“Sólo te falta perpetuar tu delito delante de mis ojos. Si no te importa tu buen nombre, por lo menos respétame a mí. Se me va la cabeza y muero cada vez que confiesas que me has sido infiel, y fluye por mis venas una gota helada. Entonces te amo, entonces te odio, pero en vano, porque necesito amarte”.
Ovidio
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En esta última emisión, terminamos con el tema de la infidelidad.
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Para finalizar, nos planteábamos la pregunta al final de esta emisión: ¿Es posible ser fiel?
Walter Riso resume
el núcleo central que en cada caso de los que estudiamos en esta serie de emisiones, precipitó la infidelidad, de la siguiente
forma:
- 1. Sobrestimar el amor y creerse invulnerable (atención dormida).
- 2. Creer que existe la persona ideal que se acomode exactamente a nuestras necesidades (búsqueda perfeccionista).
- 3. Utilizar la venganza como una forma de retaliación e intentar salvar equivocadamente la dignidad personal mediante el revanchismo y la reparación tardía (personalidad inmadura y poca inteligencia emocional).
- 4. Tener una herencia biológica de infidelidad y/o una educación complaciente y tolerante con el engaño afectivo (determinación genética y mal ejemplo).
- 5. Ser incapaz de afrontar adecuadamente un problema y creer que la infidelidad es una opción válida para sostener un mal matrimonio (malas estrategias de resolución de problemas).
- 6. Pensar que la promiscuidad y la seducción son una manera aceptable de mejorar la propia autoestima (prostitución afectiva).
- 7. Sentir que en el pasado afectivo quedó alguna relación inacabada, y por lo tanto debe completarse, o idealizar tanto el primer amor que nadie alcanza la medida (momificación afectiva).
- 8. No es estar psicológicamente y afectivamente preparado para cuando los hijos se vayan o cuando se llegue determinada edad (desajuste en los ciclos vitales).
Entonces…
¿Es posible ser fiel? En las buenas parejas no cabe la infidelidad. No hay
traición sino transparencia. Según Riso, las relaciones que no practican una
fidelidad sana poseen la capacidad de flexibilizar el vínculo para adaptarse a
lo inesperado. Tienen claro qué es negociable y qué no lo es. Antes de ser
infieles prefieren ser honestos y revisar el acuerdo afectivo en el que están.
Jamás lastimarían intencionalmente a la persona que aman, y si en algún momento
se equivocan de una u otra forma, reconocen el error. La convicción está tan
arraigada que no es una obligación ni una carga, sino una forma de vida.
A
estas parejas casi siempre se les ve bien. Y no es que se engañen a sí mismas o
traten de aparentar, sino que están satisfechas; no están resignadas, sino
contentas de estar con quien están.
Las
parejas que no le apuestan a la mentira tienen la extraña costumbre de pensar
antes de actuar. Conocen muy bien sus debilidades y por eso no las exponen.
Los
que quieren ser fieles de corazón, mezclan amor, convicción y compromiso en
grandes proporciones.
Mientras
tanto, la otra mitad del mundo ejecuta el complejo ritual de fingir y engañar
sin ser vistos. Algunos se salen con la suya, muchos otros se queman.

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