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lunes, 22 de junio de 2015

017. La Anorexia

“No es la altura, ni el peso, ni los músculos ni la belleza que te hacen una gran persona, es el corazón y la humildad”
Anónimo






Estamos en un sociedad punitiva que juzga las apariencias; una sociedad superficial que prima el cómo nos vemos al cómo estamos y sentimos, acá llega la enfermedad mental, el trastorno que en este caso es uno muy común, uno silenciado... la anorexia nerviosa. Muchos lo padecen en silencio como consecuencia de un mundo donde quieren que nos veamos “saludables”, estamos en la era del fitness, pero lo que  no se ve es la miseria que hay detrás de los estereotipos.

Sin embargo, hay causas que son ajenas al sujeto ya sean biológicas o emocionales, las últimas son las que predominan en las psiques tambaleantes.

"Las personas se preocupan más por tener que por ser". (De la película "Ultimátum a la tierra" de Scott Derrickson)


(Leer sobre la Megarexia, la contraparte de la Anorexia AQUÍ)


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Canción de fondo: A gentle Rain de Aosi
Canción de Intermedio y final:  "le jour mort" y "madame Lourdain", ambas de Alchimie. 


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Cuento:

La chica que perdió su propio nombre.

En el círculo de mujeres de cuerpo perdido y alma vacía desfilaba por la maltrecha circunferencia una chica cuya dolencia yacía coronada con un artículo femenino, así como irónicamente lo tienen muchas de las disfunciones mentales que aquejan también a los varones.
- ¡Vamos a presentarnos! - dijo con entusiasmo la psiquiatra novata mostrando una enorme sonrisa.
- ¿Y de qué carajos te ríes?- escupió con rabia una mujer de unos veinte tantos años.
- ¡No le hagas caso! - interrumpió otra interna que se mostraba muy nerviosa - esa chica está loca - exclamó mientras se comía las uñas.
- Tranquilas chicas - dijo la doctora - ¿por qué no nos presentamos diciendo nuestro nombre y mencionando alguna cualidad de nuestra personalidad?, de esa forma nos conoceremos mejor y así vamos rompiendo el hielo.
Luego de unos instantes un brazo que se suponía debía ser humano se irguió con desilusión como si fuera la rama desnuda de un árbol en agonía…
- Yo soy la personificación de los sueños perdidos - dijo la chica que aún mantenía alzado tambaleante su raquítico brazo.
- Dinos cómo te llamas - preguntó la doctora.
- Odio mi cuerpo y todo lo que él representa - respondió - aborrezco más al espejo que a mi propia existencia por ser tan crudo el miserable, percibo mi vida igual que como debe sentirse un animal salvaje enjaulado envuelta en fatídicas cavilaciones, siento que me consumo poco a poco olvidada como una hoguera a la cual nadie alimenta pues su lumbre ya no es requerida. Me disgusta lo que hago cada vez que ingiero algún alimento y, aunque sé que en el ceremonial proceso a posteriori a la ingesta me juego la vida, no puedo evitar, por fobia a la gordura, dejar de cortejar a la muerte, única compañera de juegos en medio de la soledad absoluta…
- La joven psiquiatra escuchaba atenta la disertación de su paciente -
- ¡No la escuches doc! - gritó nerviosa una de las pacientes - es solo una loca, otra loca suicida. Las demás pacientes rieron por la interrupción.
Una lágrima furtiva rodó por las mejillas de la chica y posó su mirada en unos frondosos árboles que se divisaban a través de la ventana.
¬-¿Ustedes de qué se ríen? - intervino la joven galena - ¿es que acaso son todas felices?, ¿o les divierte la desgracia?
- Dinos tu nombre - pidió una vez más.
Un minuto eterno se extendió como si fueran horas, mientras el silencio colectivo se dejó escuchar como nunca antes dentro del salón de terapia grupal, las demás mujeres de aquel patético círculo orquestado por el desconsuelo se ocultaron en su propio interior al reconocerse igual de infelices que la joven que observaba por la ventana.
Sin apartar la vista de la ventana la chica dejó que se precipitaran sin escrúpulos más lágrimas, el resto del grupo la acompañaba con su inmutes, parecía que el desamparo de su joven compañera las había contagiado mermando así sus pesadas burlas.
- No tengo nombre - respondió la escuálida criatura - tengo dieciséis años y pueden llamarme anorexia si quieren.
-Te llamas Matilde - dijo con tono firme la doctora - y sabes que no eres la única en este salón con ese problema.
Las demás mujeres se miraron entre sí dibujando rostros de pesada aflicción, rostros curtidos de pómulos y cuencas prominentes como un bizarro jardín de flores marchitas que se columpian de un largo tallo cubierto por espinas.
Después de una pausa, en donde las pacientes se reconocieron como iguales, los paupérrimos brazos de todas se levantaron dando la impresión de un montón de ramas secas a las que se quiere llevar el viento…
- Anorexia es una enfermedad, no tu nombre - dijo la doctora - un trastorno jamás define a nadie, es solo un padecimiento que podemos tratar si aprendes a reinventarte.
Matilde observó la solidaridad de sus compañeras y una tímida sonrisa se asomó en su rostro.
- Me llamo Matilde - dijo - y sufro anorexia, quiero empezar de nuevo y por primera vez en mi vida veo que no estoy sola.

Por: Jorge Bravo
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Psicología Holística Trascendental by Andrés Urrea y asociados is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.
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